jueves, 20 de junio de 2013

No solo de gestos vive el hombre

Corresponde a Marzo de 2013

Me he tomado varias semanas para poner por escrito algunas consideraciones personales sobre la elección de Jorge Bergoglio como nuevo Papa de la Iglesia Católica. Siempre se mira mejor el fondo del río cuando se calman las aguas.
Seguro mucha de las cosas que pueda escribir aquí, ya han sido recogidas en muchos de los escritos, entrevistas, notas, con los cuales nos bombardearon estas semanas, en los medios nacionales e internacionales. El "bombardeo mediático" no debe llamar la atención, pues sería necio negar la enorme trascendencia que tiene y tendrá un papa latinoamericano, o más precisamente, argentino. Aunque solo sea por el hecho de la procedencia.

     Uno de los elementos que más llamó la atención, aunque no extraña, es que este nombramiento funcionó - al menos en la política local - como una "piedra de toque", "de tropiezo o escándalo" (cfr. 1 Ped. 2,8). Reveló inconsistencias, contradicciones, corrientes internas, y hasta evidentes improvisaciones, del lado del kirchnerismo como de la oposición. Basta para ejemplificar, comparar el discurso de la presidenta Cristina Fernández el día del nombramiento, con las apariciones públicas posteriores y la visita inmediata al Vaticano. De la misma manera funcionaron las primeras apariciones de referentes internos como Horacio González, José Pablo Feinmann, D'Elía y Hebe de Bonafini. En las primeras declaraciones, estos últimos, fueron sumamente críticos de la figura de Jorge Bergoglio, especialmente adjudicando su complicidad con la desaparición de personas en la última dictadura cívico-militar, para luego girar en su opinión 180 grados o al menos bajando los tonos de la polémica. 
Del mismo modo, personajes de la oposición como Elisa Carrió y Gabriela Michetti ostentaron posturas, profundamente obsecuentes, autorreferenciales y carentes de cualquier tipo de análisis sobre el acontecimiento, más que ensalzar cuasi idolátricamente la figura del hasta entonces, arzobispo de Buenos Aires. 

    Lo interesante fue que, desde el panorama político e intelectual nacional, las lecturas más críticas y fundamentadas, alejadas del desprecio visceral como así también de la obsecuencia que pululaba por doquier, vinieron de personalidades de sectores de izquierda política como Jorge Altamira, Alcira Argumedo, el sociólogo Atilio Borón, el pensador italiano Toni Negri y aunque con sus idas y venidas, fueron interesantes las apreciaciones del director de la Biblioteca Nacional Horacio Gonzalez.
Claro está, la preocupación que despertó en no pocos sectores del kirchnerismo, el nombramiento de uno de los opositores más importantes que tuvo en diversas ocasiones el matrimonio Kirchner-Fernández. La opción de la confrontación fue evaluada como contraproducente y hoy vemos notables acercamientos que desnudan el pragmatismo y oportunismo de gran parte del arco político, comenzando por la presidenta de la Nación. Incluso, en el culmen del desconcierto, aparece empapelada la Capital Federal con los afiches del Papa "Argentino y Peronista".

    Tuvimos que dejar pasar varios días para encontrarnos con manifestaciones un poco más razonadas que las de las primeras horas, aquellas que se debatían entre el fanatismo por Francisco y la más aguerrida cruzada antipapal. Muchos "pensadores" de esas horas, discutían la misma agenda: Bergoglio cómplice de la dictadura o pastor comprometido con el pueblo.

    Las sombras que existen sobre las omisiones o tibiezas en la actuación de Bergoglio como provincial jesuita, en el contexto de la última dictadura, que lo vinculan a la desaparición de los presbíteros Orlando Yorio y Francisco Jálics, como de un grupo de catequistas entre los que se encontraba la hija de Emilio Mignone; las declaraciones y militancia contra proyectos de ley de clara ampliación de derechos como la Ley de Matrimonio igualitario y de despenalización del aborto o la censura pública a muestras artísticas como la de León Ferrari; no consagraron, al nuevo Papa, como santo de devoción de un amplio espectro de los movimientos sociales y políticos argentinos. Sin embargo, las intervenciones en causas de gran impacto popular como el incendio del boliche Cromañón, la tragedia de Once, el trabajo de apoyo a los curas villeros, el movimiento de trabajadores excluidos, la colaboración con la ONG La Alameda, contra la Trata y el trabajo esclavo y el vínculo ameno con muchos sectores eclesiales y sociales, lo convierten en una personalidad difícil de definir.
    Hacia el interior del kirchnerismo, bien lo definió Horacio Gonzalez, este acercamiento presidencial y de figuras como Guillermo Moreno, alimentan el llamado "mito de la nación católica", que afectaría un retraso de décadas sobre algunas conquistas y transformaciones que buscamos los sectores populares o incluso que se creen logradas. Este "mito" trabajaría sobre los imaginarios sociales y el carácter cultural de la nación, dificultando algunos avances en pos de un proyecto integral de Estado Laico. Probablemente los debates y logros sobre modificaciones legislativas, del Código Civil o la Constitución Nacional serán más que difíciles. Esto no quiere decir que se prevea que el Papa Francisco lleve adelante una cruzada contra los gobiernos populares de nuestra región, como sí lo realizó Juan Pablo II en Europa y contra corrientes progresistas eclesiales como la Teología de la Liberación.

Para finalizar algunas aseveraciones personales. 
En ningún lugar, nadie estaba esperando un Juan XXIII o un Pablo VI. Difícilmente este Francisco lo sea. Es posible que de lo que había en el Cónclave, "salió lo mejorcito". Habrá que esperar, más allá de estos gestos iniciales, que lo muestran como un líder carismático y popular, cercano a la gente, sencillo y humilde, si Francisco puede con el conservadurismo doctrinal del cardenal Bergoglio, y llevar del terreno de los gestos al de las decisiones fuertes y cruciales para realizar las transformaciones necesarias que requiere una institución como la Iglesia Católica. Arduos temas lo esperan: enfrentar los escándalos de pedofilia, las oscuras tramas de poder de la curia vaticana y su banco, cuestiones como la democratización de las estructuras internas del poder, la participación de la mujer, el celibato del clero, la caída de las vocaciones religiosas, el avance del Islam en Europa, etc.

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